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        Apoderao regresa bastante perjudicado de la juerga que se acaba de pegar 
        con sus amigos, en la que no han faltado ni pistachos, ni Fanta Naranja 
        ni nada. Llega a gatas a la Pensión Viuda de Cuervo e Hijos y se mete en 
        la habitación Nº 3, de la que lo sacan a hostias porque la suya es la Nº 
        4. Apoderao se acuesta y pasa unas horas entre lamentos y horribles 
        convulsiones debido quizá a alguna bebida en mal estado. Con ánimo de 
        aliviar su terrible sufrimiento, la dueña de la pensión lo envuelve en 
        la manta y le da una paliza considerable, que logra aplacar los gritos 
        de Apoderao. Pasado un buen rato, Apoderao se levanta y comprueba que su 
        imagen ha quedado impresionada en la sábana, que desde ese momento, es 
        venerada por millones de personas de todo el mundo. 
			
          
			
		"Siempre 
        me pareció excesivo e improcedente el fervor religioso, pero al 
        postrarme ante esta reliquia he visto la luz, y apenas llevaba diez o 
        doce cubatas." 
			
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